jueves, 14 de mayo de 2015

Born to Move

¿Recordáis aquellas bolas de pelo que dormían, comían y se esforzaban por salir de su caja y recorrer los alrededores con cautela? Bueno, se han ido, ya no están; sospecho que hace unos tres o cuatro días, mientras dormía, entraron unos duendes por la ventana y me los cambiaron por unos gatos pequeños pero completamente enloquecidos que no hacen más que corretear como locos por mi habitación, subirse a la cama y a todos los sitios que pillan, se esconden en los lugares más insospechados y buscan sitios raros para dormir. Cualquier sitio es bueno para una siesta: el recogedor, el saco de pienso, una zapatilla. Ahora hay que andar con mucho cuidado, ¡cualquier movimiento puede ser fatal! Nada de andar a oscuras, dar un paso hacia atrás o abrir y cerrar puertas y armarios sin mirar antes si hay un gato por ahí atravesado. Siempre hay alguno que las arregla para ponerse en el sitio menos oportuno.

Aparte de estar más espabilados, están sufriendo algunos cambios físicos que les dan un aspecto de lo más gracioso; el más evidente es que ya se les han despegado las orejas de la cabeza. Bueno, más bien se les han desplegado, porque son bastante grandotas en relación con el resto del cuerpo y empiezan a parecer gremlins, pero siguen estando muy guapos. 

¡Esh una fieshta!

Lo que no cambia es su técnica de comunicación, siguen emitiendo un ruido único (iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii) que lo mismo significa "¿dónde está mamá, que tengo sed?", "mira qué cosas tan divertidas hago con tus zapatos" o "creo que no fue buena idea esconderme aquí debajo". 

También han empezado a hacer cosas de mayores, como comer pienso sólido, beber agua y, ocasionalmente, usar el arenero de su madre. Aún se les escapa algún pis furtivo en los papeles de periódico colocados ad hoc, pero tengo que decir que son muy limpios y no hemos tenido muchas desgracias que lamentar en este aspecto. 

Y en resumen, se han convertido en unos bichos de lo más divertido, y mi habitación en una especie de Port Aventura gatuno en el que practicar kung-fu, salto de longitud y deportes acuáticos. Hasta Romy se ha salido de su papel de madre abnegada y cuando cree que no la miro se dedica a dar caza a los ratones de juguete que les escondo por los rincones del cuarto para que se entretengan. 

Os pongo unas fotos actuales, en un par de semanas estarán listos para adoptar, ¡ya estáis tardando!






















jueves, 7 de mayo de 2015

The Kids Are Alright

Ayer los cachorros de Romy cumplieron un mes, y parece que fue ayer cuando me los trajeron. Cada día están más espabilados, algunos más que otros, y ya se les va notando que cada uno tiene su carácter.

Cada uno a lo suyo

Philae, la tricolor, es la más atrevida; fue la primera en salir de la caja, y también la primera en aprender a volver sola. Que parece una tontería, pero la primera vez que le dio por alejarse y explorar el territorio se perdió y empezó a llorar. Romy, firme defensora del método Estivill, la vigilaba de lejos y sin intervenir. Pero se pasa mal, ¿eh? Me tuve que controlar mucho para no ir corriendo a rescatarla y darle muchos besos. Philae la exploradora sigue haciendo honor a su nombre, y también ha sido la primera en descubrir la presencia de piedras en el arenero (junto con otras sustancias más...orgánicas...) y agua en la superficie del bebedero de su madre; además tomó muestras para luego desparramarlas por media habitación.

¿Haciendo cosas a espaldas de mamá?

Travis, la carey, va a su bola. También entra y sale cuando le da la gana. Se va ella sola correteando por ahí y en cuanto puede se esconde en algún rincón. Le encanta meterse dentro de mis zapatillas, en cuanto ve la oportunidad ahí está ella. Tiene pinta de ser una gran gourmet, ahora le ha dado por comerse el pienso de Romy, cada vez que pasa por delante del comedero se sirve un pequeño piscolabis. Travis ha tenido mucha suerte y ya está reservada, una amiga mía está contando los días para poder llevársela a casa.

Travis tomándose un piscolabis a escondidas de sus hermanos

Luego está el clan de los irlandeses, los tres pelirrojos. Aún no los distingo muy bien, sólo a uno de ellos que tiene una motita oscura en la nariz. A ese lo he llamado Neil, porque la primera vez que salió de la caja se puso a caminar despacito y con mucho tiento, como Armstrong en su paseo lunar. Aún no sé si son hembras o machos. Son los que más la lían, lo mismo les da por hacer lucha libre que se ponen a chapotear en el bebedero, se te revuelcan por todos lados, escalan por el edredón...

Espera a que consiga salir de aquí...

Y quedan las dos marmotillas, Uchi y Homi, los dos gris y blanco. Tampoco los distingo porque son idénticos, y lo gracioso es que no son hermanos realmente; Philae y uno de éstos son los dos hermanos huérfanos adoptados por Romy. Siempre tienen cara de recién levantados, y suelen estar hechos bolita en alguna esquina de la caja. Ahora me he acostumbrado a que lleven otro ritmo, pero confieso que hasta hace poco les daba toquecitos para saber si estaban vivos. No voy a decir que sean torpes, pero por más que lo intentan no consiguen salir por su propio pie. Uno de ellos está ahí ahí, a veces lo veo medio encaramado en el lateral de la caja, con medio cuerpo ya fuera; pero al final le puede el miedo, el vértigo o lo que sea, y recula dando maullidos de horror.

Toooodo el día durmiendo...

Falta un mes o así para que puedan darse en adopción, y con la de cosas nuevas que aprenden cada día no me extrañaría nada que sus futuros adoptantes descubriesen que el nuevo miembro de la familia es campeón mundial de ajedrez, medalla olímpica de salto de longitud o la gran promesa del alpinismo español. ¿Alguien se anima a comprobarlo?

Romy en su Día de la Marmota particular

domingo, 3 de mayo de 2015

Mamy Blue

¡¡¡Feliz día de la Madre, Romy!!!


Amada madre, en mi pecho yo llevo una flor...

Vale, puede que la señora de Peláez tenga más niños y un salón-recibidor, pero el premio a la Madre del Año está claro para quién es:

Nada limpia mejor la roña que la saliva de tu propia madre


Romy, nuestra Romy, lleva prácticamente un mes sin moverse de la caja-solución habitacional que comparte con su camada, aguantando chillidos, mordiscos y festines de sus churumbeles a horas intempestivas sin decir nada.

Debe de estar deseando que los chiquillos echen ya los dientes y empiecen a comer pienso, porque es que esto ya es un abuso; hasta hace nada se las arreglaba para que todos pudieran mamar a la vez. Al ser tan canijos cabían fácilmente todos en el hueco que va de las patas delanteras a las traseras. Se repartían bien: ocho tetas y siete gatos, pues cuatro abajo y tres arriba, en pirámide. Como en las exhibiciones de esquí acuático. Si total, no pesan.

Un momento, aquí hay dos que sobran...

Pero según van creciendo empiezan a aparecer los problemas logísticos y de espacio, todos quieren comer a la vez y no caben. En nada empezarán las luchas fratricidas tipo Juego de Tronos, ya he observado algún codazo malintencionado entre hermanos. De momento Romy mantiene la calma, la suya propia y la de esa recua de chupópteros que tiene por hijos.

En mi humilde opinión, sólo por eso se merece el premio y una ovación con todo el público en pie. 
Y una lata de paté del caro, ¡ahora mismo se la sirvo!