¡¡¡Feliz día de la Madre, Romy!!!
Amada madre, en mi pecho yo llevo una flor...
Nada limpia mejor la roña que la saliva de tu propia madre
Romy, nuestra Romy, lleva prácticamente un mes sin moverse de la caja-solución habitacional que comparte con su camada, aguantando chillidos, mordiscos y festines de sus churumbeles a horas intempestivas sin decir nada.
Debe de estar deseando que los chiquillos echen ya los dientes y empiecen a comer pienso, porque es que esto ya es un abuso; hasta hace nada se las arreglaba para que todos pudieran mamar a la vez. Al ser tan canijos cabían fácilmente todos en el hueco que va de las patas delanteras a las traseras. Se repartían bien: ocho tetas y siete gatos, pues cuatro abajo y tres arriba, en pirámide. Como en las exhibiciones de esquí acuático. Si total, no pesan.
Un momento, aquí hay dos que sobran...
Pero según van creciendo empiezan a aparecer los problemas logísticos y de espacio, todos quieren comer a la vez y no caben. En nada empezarán las luchas fratricidas tipo Juego de Tronos, ya he observado algún codazo malintencionado entre hermanos. De momento Romy mantiene la calma, la suya propia y la de esa recua de chupópteros que tiene por hijos.
En mi humilde opinión, sólo por eso se merece el premio y una ovación con todo el público en pie.
Y una lata de paté del caro, ¡ahora mismo se la sirvo!
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