domingo, 3 de mayo de 2015

Mamy Blue

¡¡¡Feliz día de la Madre, Romy!!!


Amada madre, en mi pecho yo llevo una flor...

Vale, puede que la señora de Peláez tenga más niños y un salón-recibidor, pero el premio a la Madre del Año está claro para quién es:

Nada limpia mejor la roña que la saliva de tu propia madre


Romy, nuestra Romy, lleva prácticamente un mes sin moverse de la caja-solución habitacional que comparte con su camada, aguantando chillidos, mordiscos y festines de sus churumbeles a horas intempestivas sin decir nada.

Debe de estar deseando que los chiquillos echen ya los dientes y empiecen a comer pienso, porque es que esto ya es un abuso; hasta hace nada se las arreglaba para que todos pudieran mamar a la vez. Al ser tan canijos cabían fácilmente todos en el hueco que va de las patas delanteras a las traseras. Se repartían bien: ocho tetas y siete gatos, pues cuatro abajo y tres arriba, en pirámide. Como en las exhibiciones de esquí acuático. Si total, no pesan.

Un momento, aquí hay dos que sobran...

Pero según van creciendo empiezan a aparecer los problemas logísticos y de espacio, todos quieren comer a la vez y no caben. En nada empezarán las luchas fratricidas tipo Juego de Tronos, ya he observado algún codazo malintencionado entre hermanos. De momento Romy mantiene la calma, la suya propia y la de esa recua de chupópteros que tiene por hijos.

En mi humilde opinión, sólo por eso se merece el premio y una ovación con todo el público en pie. 
Y una lata de paté del caro, ¡ahora mismo se la sirvo!


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