De nuevo he dejado que pasen demasiados días sin actualizar, y se me acumulan las novedades sobre los gatos, ¡esto no puede ser!
A ver, lo primero: la semana pasada hicimos una excursión más allá de los confines de mi casa. Creo que a mí me hizo más ilusión que a los chiquillos, que no acababan de entender por qué los apiñaba en un transportín con lo fresquitos que estaban ellos espanzurrados en el suelo del baño. En general se portaron muy bien, no bufaron, ni mordieron, se tomaron la medicina asquerosa que les dieron con la jeringuilla y no pusieron pegas a que les examinaran para confirmar el saldo total de machos y hembras de la camada. El resultado es: dos de los naranjas son machos, y el resto todo hembras. Están todos muy bien y muy sanos, pero alguno ha resultado ser más rencoroso que sus hermanos. No diré quiénes porque no soy una chivata, pero hay dos que desde ese día salen pitando cada vez que me ven y se esconden por miedo a que los vuelva a llevar a la clínica.
La otra noticia gorda es que ya han adoptado a uno de los dos machos; el domingo por la mañana el pelirrojo que se dedica a posar panza arriba se fue con su nueva familia. Al final ese exhibicionismo suyo resultó ser la clave de su sex-appeal, y sus dueños no pudieron resistirse a esa barriga llena de manchitas. Va a tener una hermana dos años mayor, espero que se adapten pronto el uno al otro; Romy lo lleva bien, pensé que iba a ser más dramático, pero no lo ha sido por ninguna de las dos partes, el muy ingrato se dedicó a ronronear a su familia humana el mismo día de la adopción. A mí nunca me lo ha hecho.
Por lo demás, los gatos siguen creciendo a pasos agigantados, y ya van mostrando su personalidad. Uchi y Homi son las más inquietas de todas, siempre la están liando y es difícil pillarlas en un momento de relax. En cuanto ven que me acerco con intenciones acariciantes se ponen a saltar como gamos y a jugar con mis manos, con zarpazos y mordisquitos. Eso sí, sin mala intención, es la forma que tienen los gatos de jugar. Como no quiero que se acostumbren a esto, las estoy sometiendo a una terapia de choque, que consiste en intentar achucharlas todo lo que puedo. De momento funciona, ya se están más quietas cuando les rasco las orejas; fingen que no, pero sé que les gusta.
En guardia ante posibles caricias indeseadas
Philae es juguetona también, pero su especialidad es corretear todo el tiempo alrededor de su madre, cada vez me doy más cuenta de lo bien puesto que está su nombre. Se dedica a tirarse encima de Romy, a darle cabezazos, le muerde la cola... Es muy buena y muy dulce, y se deja sobetear sin problemas. En esto se parece mucho a Travis, la carey, que también es una enana juguetona que se deja coger sin problemas y nunca dice que no a una buena rascadita. Está atravesando la fase oral, y se dedica a chuparme las manos todo el tiempo.
Los pelirrojos, Cardi y Neil, son más escurridizos; como saben que siempre que los cojo aprovecho para quitarles los mocos salen corriendo en cuanto ven que voy a por ellos. Yo aprovecho cuando están desprevenidos y los cojo un ratito, pero en seguida quieren jugar entre ellos o con sus juguetitos, que son todas las cosas que están a su alcance, por supuesto. Cualquier objeto que se pueda empujar, arrastrar, escalar o patear les sirve. Y para muestra un botón. Con una iluminación de mierda, pero un botón al fin y al cabo.
Marditos roedores...
Y Romy igual de buena que siempre, sigue dándoles de mamar cada vez que se lo piden, aunque ya hayan cumplido los dos meses. Además, la he visto varias veces apartarse del comedero para dejarles comer a ellos primero, para que luego digan que los gatos son egoístas. Ella con tener su ración de mimos cada vez que entra alguien a la habitación tiene suficiente. Con eso y con un rato de conversación adulta, es de las gatas más charlatanas y contestonas que he visto nunca.
Por hoy voy a dejar de contar las monerías de mis gatos los gatos de Romy, pero pronto volveré para contaros sus nuevos logros, orgullosa como una madre en la primera función escolar de su retoño.
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